domingo, 13 de noviembre de 2011

LONDON BOULEVARD. Chico malo busca redimirse


LONDON BOULEVARD. Países: Reino Unido y USA. Año: 2010. Duración: 103 min. Dirección: William Monahan. Intérpretes: Colin Farrell, Keira Knightley, Ray Winstone, David Thewlis, Ben Chaplin, Anna Friel, Eddie Marsan. Guión: William Monahan, basado en la novela de Ken Bruen. Producción: Quentis Curtis, Tim Headington, Graham King y William Monahan. Fotografía: Chris Menges. Música: Sergio Pizzorno. Montaje: Dody Dorn y Robb Sullivan. Diseño de Producción: Martin Childs. Vestuario: Odile Dicks-Mireaux. Distribuidora: Vértice Cine. Género: Thriller. Estreno en Reino Unido: 26 Noviembre 2010. Estreno en España: 11 Noviembre 2011.
El guionista de Infiltrados (2008) se ha lanzado a la dirección adaptando una novela de Ken Bruen, que destila cine negro por todos sus poros. Fiel al género que mayores satisfacciones le ha dado, William Monahan aborda su primera película marcado por el sello Scorsese, pero el discípulo se ha quedado bastante lejos esta vez del maestro.
La historia es la de un tipo, Colin Farrell, que sale de la cárcel sin intenciones de volver, sin embargo no puede dejar de lado algunos ajustes de cuentas que le vuelven a mezclar con los canallas más sanguinarios del Londres actual. Al mismo tiempo, empieza a trabajar como guardaespaldas para una estrella en horas bajas, Keira Knightley.
Colin Farrell, que no se desprende de la etiqueta de chico malo, protagoniza con escaso convencimiento al ex presidiario que sigue metido en líos, y lógicamente Knightley es la famosa con la que tendrá un insípido romance. Entre ellos ni saltan chispas, ni hay química, sólo transmiten apatía, y así no hay quien conecte con la trama amorosa. Esta vez los secundarios se meriendan a los protas: el fumado que interpreta David Thewlis, Anna Friel como alocada hermana de Farrell, y el asesino sin escrúpulos que hace Ray Winstone.
La trama principal tampoco la salva el director debutante. Monahan no imprime ni tensión ni ritmo a las escenas de acción y de violencia. Va narrando mecánicamente sin fuerza ni alma. Para colmo, todo resulta muy previsible y el modelo Scorsese permanece a kilómetros de distancia.

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