lunes, 31 de octubre de 2011

EVA. Lluís Homar, el actor total


EVA. Países: España y Francia. Año: 2011. Duración: 94 min. Dirección: Kike Maíllo. Intérpretes: Daniel Brühl, Marta Etura, Claudia Vega, Lluís Homar, Alberto Ammann. Guión: Sergi Bellbel, Cristina Clemente, Martí Roca y Aintza Serra. Producción ejecutiva: Sergi Casamitjana, Aintza Serra y Lita Roig. Fotografía: Arnau Valls Colomer. Música: Evgueni y Sacha Galperine. Montaje: Elena Ruiz. Diseño de producción: Laia Colet. Vestuario: María Gil. Distribuidora: Paramount Pictures Spain. Género: Ciencia-ficción, drama. Estreno en España: 28 Octubre 2011.
Hablar de robots y de hombres en el cine español es más que un atrevimiento, un acto de valentía. La ciencia ficción es un género prácticamente descartado en nuestras fronteras, tanto por falta de medios como por falta de ideas. Sin embargo, el debutante Kike Maíllo se ha tirado a la piscina y ha realizado un experimento en el que combina fantasía y drama a partes iguales. Lo mejor es que ha salido airoso de la aventura. Aunque sin brillar, no ha desperdiciado la ocasión de introducirse en el mundo inexpugnable de la ciencia ficción hispana.
Ha elegido para ello una historia que, por momentos, se sitúa en el territorio del cuento tradicional para hablar de máquinas con emociones en un futuro no tan lejano. Robots creados por hombres a su imagen y semejanza e integrados en la cotidianeidad de la sociedad, pero no en un ambiente de gran urbe con inmensos edificios de diseño metálico, como cabría esperar. No, la acción se enmarca en un espacio casi rural, cálido a pesar del frío del lugar, con decoración vintage o retro. Así, el laboratorio del científico es como cualquier despacho destartalado en una casa de pueblo, y las gafas de pasta estilo años 70-80 es el look elegido para uno de los personajes. Los efectos especiales tampoco suponen un alarde de técnica, pero sí de imaginación. Los robots con los que trabajan los humanos nos recuerdan a viejos juguetes destartalados y el diseño emocional de cada máquina se presenta como una traca de fuegos artificiales. No hay medios, pero la escasez se suple con ingenio.
La debilidad mayor la encuentro en lo previsible de la trama. El guión sigue unas pautas demasiado conocidas ya, y a poco que leas las señales, adivinas antes de tiempo el desenlace. El final, que debería ser conmovedor, a mí no me sorprendió en absoluto.
También me parecen demasiado frágiles algunos personajes, casi todos los humanos. El protagonista y su hermano resultan tan blanditos que no atrapan, problema también de los actores que los encarnan. La niña Claudia Vega sí es un acierto de casting por su desparpajo, pero el que de verdad me parece admirable es el robot que interpreta Lluís Homar, un asistente para todo que pasa de la emotividad divertida a la eficacia respetuosa sólo con un ligero movimiento de cuello. Este actor es un ejemplo de profesionalidad. Me lo creo en cualquier personaje, por retorcido que sea sobre el guión, hasta en el de máquina con sentimientos.

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